[box type=»info» align=»aligncenter» width=»660″ ]ANOCHE SOÑÉ QUE ME SOÑABAS. Sala: La Nao 8. Autor: Carlos Zamarriego. Dirección: Carlos Zamarriego. Reparto: Rebeca Salas (Marta), Darío Frías (Jaime), Edgar Costas (padre de Marta), Roberta Pasquinucci (madre de Marta) Técnica diseño luces: Matyssa Pérez Santos. Fechas: domingos 23 y 30 de abril. Horario: 20:00 h. Entradas: 12€, reserva anticipada. 14€, venta en taquilla. Grupos, precio reducido [/box]
Ya en el siglo XVII, el personaje de Segismundo de La vida es sueño reflexionaba sobre la relación entre la realidad y el mundo de los sueños: «¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción…»
Los sueños son un mundo etéreo y caprichoso, un mundo donde no hay espacio ni tiempo, donde no hay nada imposible, donde lógica e irracionalidad se dan la mano, donde cualquiera puede ser rey o donde cualquier piedrecita puede obstaculizar el camino más amplio.
Todas estas reflexiones vienen que ni pintadas para presentaros Anoche soñé que me soñabas, una fantástica obra teatral que vengo a reseñaros y, desde ya mismo, recomendaros que veáis y disfrutéis.
Anoche soñé que me soñabas es la segunda obra del dramaturgo y director Carlos Zamarriego, que podéis ver en la Sala La Nao 8, un espacio que bajo la dirección de Carlos Duch no para de dar agradables sorpresas al OFF teatral madrileño gracias a su apuesta por la creatividad, la experimentación y el buen gusto en su programación (sin ir más lejos, la fantástica Constelaciones Familiares, de la que os hablaba no hace mucho).
¿De qué va Anoche soñé que me soñabas?
La trama es tan simple, como complejo e interesante su planteamiento. Marta es una joven que vive cargando con la pesada losa del abandono de su padre cuando era una niña.
Un día, su ex novio Jaime le propone entrar en sus recuerdos, a través de sus sueños, para curar esa herida que su yo consciente es incapaz de sanar. Ese viaje a través de los procelosos mundos oníricos la llevará a enfrentarse con sus recuerdos más terribles, la llevará a mirar a los ojos a su padre, a valorar y cuestionar los porqués de su comportamiento y a rememorar el papel de su madre.
En este viaje, el público pasa inconscientemente de ser meros espectadores a ver como su mente toma una posición más activa y se comienza a plantear preguntas: sobre la realidad y la ficción, sobre lo que afecta nuestra percepción de las cosas a la hora de valorar un hecho o comportamiento, sobre que, en suma, el peso de las mochilas que llevamos en nuestra mente, esta ahí solo porque lo hemos puesto nosotros.
La obra
Suena interesante, ¿a que sí? Pues mucho más interesante es la forma en que Carlos Zamarriego ha planteado el montaje. Un muy buen texto, pero que, a través de un montaje inteligente, convierte este viaje en una especie de cuadro de M.C. Escher, un lugar paradójico donde no se sabe muy bien dónde está el arriba y el abajo; dónde el pasado y dónde el futuro; un lugar, en suma, en que las reglas se pueden cambiar constantemente, muy en la línea de películas como Origen o, incluso Matrix.
Pero no se asusten, Zamarriego no tiene el presupuesto de Christopher Nolan y la Nao 8 no son los estudios de la Warner, así que contando con el espacio escénico del que disponía (una bodega diáfana), ha llevado a cabo un montaje minimalista en el que los distintos mundos oníricos se recrean a través de un fantástico juego de luces propuesto por Matyssa Pérez, que, como por arte de magia, genera ambientes y muestra situaciones, expresiones y emociones con un simple cambio en el color o el enfoque de la luz o, jugando con su ausencia.
Una buena dosis de imaginación por parte del director utilizada para despertar la imaginación de los espectadores, sin duda una fantástica receta que, en este caso, permite, con pocos medios, conseguir muchas cosas y hacer que el público no solo disfrute sino que lo haga activamente, involucrándose personalmente en la trama y llevándose parte del mensaje a casa.
Los actores
Montaje minimalista, espacio escénico diáfano… Todo lo que os he ido contando os llevará a deducir que gran parte del peso de Anoche soñé que soñabas recae sobre las espaldas del elenco que, a falta de atrezos, lo basa todo en la interpretación, en sus voces y en sus expresiones corporales y faciales, magníficamente encuadradas por la iluminación, como si de viñetas de cómic se tratase.
Rebeca Sala interpreta a una Marta insegura y vacilante que como Alicia, traspasa el espejo, pero no precisamente para ir al País de las Maravillas, sino para enfrentarse cara a cara con sus peores miedos y desencadenar la catarsis que la permita purificarse y continuar con su vida libre de cargas. Y Rebeca trata a Marta con una ternura exquisita y con una naturalidad encomiable: fantástica y creíble en los tonos medios y conmovedora en los momentos más duros.
Junto a ella, Darío Frías da vida a Jaime, un personaje cínico, manipulador y complejo que le viene como anillo al dedo y al que encarna magníficamente, siendo capaz de transmitir todos los matices que lleva dentro.
Junto a ellos, Edgar Costas y Roberta Pasquinucci interpretan a los padres de Marta. Ambos personajes son tan evanescentes (ni siquiera tienen nombre), que sus rasgos o sus comportamientos varían según las percepciones de la realidad que Jaime fuerza en Marta (de hecho, su madre solo existe en sus recuerdos). Dos personajes complejos en sí mismos, que lo son aún más, porque su personalidad y comportamientos van variando según los cambios en la percepción de la realidad que Jaime produce en Marta, lo que lleva a que deban conseguir despertar en el espectador repulsa o compasión con un simple cambio en los matices de su interpretación y, ¡vaya si lo consiguen! Un magnífico trabajo de ambos que encaja a la perfección con un excelente trabajo coral de todo el elenco.
En fin, amigas y amigos, que Anoche soñé que soñaba es una estupenda obra de teatro y una magnífica forma de soñar despiertos y de divertirse reflexionando (o viceversa) sobre la realidad y los sueños, porque recuerden que, como decía nuestro amigo Segismundo: «Toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».