Creo que el cine es bastante injusto con los actores secundarios y más aún con los personajes que estos representan.
Los carteles, los flashes, las alfombras rojas están reservados a las estrellas, a los protagonistas, mientras que ellos, los insignes secundarios son relegados a la trastienda, cuando en realidad son el cemento sin el cual el muro de la mayoría de las películas se derrumbaría inexorablemente.
Sí, de acuerdo, una película sin una gran estrella no garantiza taquilla, pero sin buenos secundarios, no garantiza calidad; de hecho yo siempre he opinado que la calidad de una película se mide por la calidad de sus secundarios.
Pero hay veces que estos personajes secundarios (y los actores que los representan) son tan grandes, que no se conforman con su papel accesorio y eclipsan a los personajes principales.
En esas ocasiones, en la mente del guionista ha debido resonar como un trueno el título de este post y eso ha dado lugar a la aparición de personajes memorables que quedarán grabados con letras de oro en la historia del cine.
Un personaje secundario se puede apoderar de una película, fundamentalmente, por dos vías. Por un lado están los que llamaremos “secundarios explosivos” que son todos aquéllos personajes que brillan con la fuerza de una supernova en un momento puntual, generalmente breve, de la película y oscurecen todo lo demás y, por otro, los “secundarios omnipresentes”, que acaban haciéndose tan imprescindibles para la trama y adquieren tal peso en la película que, en ocasiones eclipsan completamente a los protagonistas.
En el siguiente vídeo podéis ver uno de los secundarios explosivos por naturaleza, el personaje de Jesús Quintana en The Big Lebowski, interpretado por John Turturro. Es un personaje irrelevante en la trama y su tiempo en pantalla posiblemente no durará más allá de tres minutos, pero es una de las razones por las que siempre quiero volver a ver esta película. Turturro dotó a este aparentemente insignificante personaje de una profundidad y de una personalidad intensísimas.
Mis personajes secundarios favoritos
Seguramente, cada cual tendrá su propia lista de secundarios favoritos. Yo he decidido hacer la mía.
Íñigo Montoya – The Princess Bride (La princesa prometida)
The Princess Bride es una película dirigida por Rob Reiner en 1979, que narra un típico cuento de princesas raptadas, malos malísimos, jóvenes enamorados, grandes aventuras… En su momento, no fue un gran éxito en taquilla, pero acabó convirtiéndose en una película de culto, en parte gracias a uno de estos maravillosos personajes secundarios: Íñigo Montoya.
Íñigo era un espadachín español, cuyo padre había sido asesinado por un malvado conde con seis dedos y que, mientras buscaba venganza, se ganaba la vida como soldado de fortuna.
El personaje, interpretado por el actor Mandy Patinkin, fue lo más recordado de la película, no solo por su papel en la trama (un personaje noble y con principios al servicio de un malvado)sino por la frase con que comenzaba todos sus discursos: “I’m Iñigo Montoya. You killed my father. Prepare to die” (que tras el doblaje al español quedó como “¡Hola! Me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre. Prepárate a morir”). Aquí vemos otra de las características de los grandes personajes secundarios: su frase.
Porque sí, amigos (y amigas), otra de las características de los secundarios amotinados es que suelen tener como lema una frase, que luego se repite hasta la saciedad por sus incondicionales seguidores.
Mister Wolf (el señor Lobo) – Pulp Fiction
Si el personaje de Íñigo Montoya era grande, el del señor Lobo es enorme. Porque Quentin Tarantino, que es uno de los grandes creadores de personajes de la historia del cine, adora, como yo a los secundarios y dentro de esa jungla urbana que era Pulp Fiction, creó este papelón y lo puso al servicio de un super-actor como Harvey Keitel.
Únicamente fueron necesarios 10 minutos en pantalla para que Mr. Wolf se convirtiera en uno de los personajes secundarios más icónicos (pósters, camisetas… incluso peticiones expresas a Tarantino para que hiciera una película contando su vida).
Genial su profesión (“solucionador de problemas”), hombre que limpia la mierda que vierten constántemente los gansters de Los Ángeles. Pero no lo hace de cualquier modo, no. Winston (que ese es su nombre de pila) dota a su papel de una enorme profundidad, de un aplomo y distinción que le hace contrastar con el resto de personajes, como si fuera una rosa entre el barro.
Por supuesto que tiene frase: “I’m Mr. Wolf, I solve problems” («soy el señor Lobo, soluciono problemas»). Además, en su caso no hay una sola, sino que cada frase que sale de su boca suena como una sentencia: “estoy a treinta minutos de allí, llegaré en diez”.
Vicenzo y Clifford – True romance (Amor a quemarropa)
En este caso, más que a unos personajes, quiero rendir culto a una escena. Una de las mejores escenas que yo he visto en una sala de cine.
Espectacularmente escrita por un genio del guión como es Quentin Tarantino, estupendamente filmada por Tony Scott (esos contraluces y esa música de Delibes de fondo crean el ambiento perfecto) y magistralmente interpretada por dos monstruos del celuloide como Dennis Hopper y Christopher Walken. En esa escena hay más cine que en muchas películas enteras.
Los personajes que intervienen en la escena son Clifford (Hopper) un guardia de seguridad, padre de Clarence, el protagonista, a quien está encubriendo en su huida y Vicenzo (Walken), un ganster que quiere recuperar el maletín que le ha robado Clarence. Vicenzo y sus matones están interrogando brutalmente a Clifford y este le cuenta su teoría sobre el origen de los sicilianos.
Los personajes son dos piezas más en el gran puzzle de personajes interconectados que tiene la película (que además, cuenta con un elenco espectacular: James Gandolfini, Christian Slater, Rosanna Arquette, Brad Pitt, Gary Oldman, Val Kilmer…), pero esta escena les hizo ser una de las causas por las que todos recordamos el film.
¿La frase? “Los sicilianos descienden de negros”.
Mickey O’Neill – Snatch
Snatch (aquí traducida como Snatch, cerdos y diamantes) es una película coral, muy al estilo de Tarantino, lo que hace que la frontera entre secundarios y protagonistas sea bastante difusa (por ejemplo, ¿quién es el protagonista de Pulp Fiction?).
Esto hace que en esta película de Guy Ritchie haya muchos secundarios que brillen con luz propia y que merecerían estar en esta lista: el mujeriego y juerguista ladrón Frankie “cuatro dedos”, interpretado por Benicio del Toro, el memorable e invulnerable traficante de armas Boris “The Blade” interpretado por el croata Rade Šerbedžija y el despiadado gángster Brick Top (aquí traducido como “el ladrillo”), interpretado por Alan Ford, con sus enormes gafas de culo de vaso, su mal humor permanente, sus matones del tamaño de un meteorito y sus cerdos «eliminadores de residuos incómodos».
De entre todos ellos, me quedo con Mickey O’Neill, un gitano deslenguado, pendenciero, sucio, malhablado, que se gana la vida en combates de boxeo ilegales. Como le definen en la propia película:
Resulta que el tirado de la lengua larga y los tatuajes era campeón gitano de boxeo sin guantes, o sea, más duro que un clavo en un ataúd.
Tal es su relevancia en la trama de la película, que es el típico caso de secundario que podría ser considerado protagonista, aunque en esta película ese papel corresponde al Turco (Jason Staham).
Para encarnar un papel tan complicado y tan bien escrito, Ritchie eligió a un actor al que le fascinan este tipo de retos: Brad Pitt y el bueno de Mr. Pitt, lo borda en una de las mejores interpretaciones de su carrera, diametralmente opuesta a su imagen pública de refinado guaperas. Un actorazo, haciendo un papelazo, que merece entrar por méritos propios en esta lista.
Ya os comentaba en mi anterior artículo, que los grandes secundarios suelen tener como lema una frase, que luego se repite por sus incondicionales fans. En este caso, es verdaderamente complicado, porque dado el extraño dialecto que habla, prácticamente no se le entiende nada en toda la película. De todo ese galimatías, yo me quedo con esta: “La liebre está jodida, pero… ¿bien jodida?”
Ruby Rhod – The Fifth Element
The Fifth Element, aquí conocida como El quinto elemento es una maravillosa ida de olla del francés Luc Besson. Una película que, aunque comienza con pretensiones de ser un trascendente film de ciencia ficción (el bien contra el mal y todo eso), acaba convirtiéndose en una alocada y disparatada comedia futurista, que ha acabado convirtiéndose en una peli de culto entre el «freak system» (en el que este caso, me incluyo sin vacilar) y en todo un éxito de taquilla (aunque su presupuesto fue de 80 millones de dólares, recaudó en taquilla 263 millones).
A ello contribuyó tanto la delirante historia propuesta por Besson, como los personajes que toman parte en ella, encarnados por un elenco en estado de gracia: Bruce Willis como Korben Dallas, un héroe por accidente, que en realidad es la versión futurista de John McClane («Mira bonita, yo solo hablo dos idiomas: normal y con tacos»), Milla Jovovich en todo el esplendor de su belleza y Gary Oldman, como el malo malísimo Jean-Baptiste Emanuel Zorg, en uno de esos papeles tan histriónicos que tanto le gustan. Como curiosidad, hay que decir que, en principio, los elegidos para interpretar a la pareja protagonista eran Mel Gibson y Julia Roberts.
Pero en esa peli, además, hay un personaje ante el que solo cabe la adoración o el odio profundo: la estrella de talk show Ruby Rhod, interpretado por Chris Tucker. Ruby es de esos personajes tan extremos, tan irritantes y tan estridentes que se ha convertido en uno de los personajes con más admiradores y detractores de la película (no en vano, a menudo se le ha llamado «el Jar Jar Binks de El quinto elemento«).
Si ya Chris Tucker es un actor bastante cargante en sus interpretaciones, en este caso, en que su personaje le pide que sobreactúe, es irritante en grado sumo. Porque Ruby Rhod es un libidinoso, andrógino y estridente comunicador que ataviado con un extravagante vestuario de Jean Paul Gaultier (ante el que Lady Gaga parecería una persona discreta) y rodeado de una corte de acólitos afeminados y chillones, convierte la película en una jaula de grillos cuando aparece.
¿Su frase? «¿Verde?… ¡Super verde!«
Hans Landa – Unglourious Basterds
Y del espacio, nos vamos a la Francia ocupada durante la II Guerra Mundial, con Unglourious Basterds (aquí traducida como Malditos Bastardos), esa maravillosa fantasía distópica de Quentin Tarantino.
Una de las especialidades del genio de Knoxville es la de crear personajes que quedan grabados con tinta indeleble en nuestra memoria y en esta película lo volvió a hacer con Hans Landa, un coronel de las SS, experto en cazar judios ocultos en la Francia ocupada. Landa es inteligente, despiadado, culto, políglota (habla con fluidez alemán, inglés, francés e italiano, algo vital en la película, así que, por favor vedla en V.O.) y sobre todo, carismático, convirtiendo cada una de sus escenas en una obra maestra .
Otra de las especialidades de Tarantino es rescatar del olvido a actores en horas bajas y volverlos a llevar al estrellato (léase John Travolta) o sacar a la luz a actorazos con talento y experiencia, pero hasta ese momento desconocidos. Ese fue, por ejemplo, el caso de Samuel L. Jackson y ese es el caso del actor que se ocupa de dar vida a Landa, el austriaco Christoph Waltz.
Con más de 30 años de su carrera a sus espaldas, repartidos entre el cine y la televisión del mundo germanoparlante, pero siendo un completo desconocido para el gran público, Waltz, se ocupó de encarnar al sádico coronel y construyó un personaje tremendo, lleno de profundidad y matices, algo que le valió el pleno de premios más prestigiosos a un actor secundario: el Óscar, el Golden Globe, el del Sindicato de actores, el BAFTA y el del Festival de Cannes.
¡Ah, se me olvidaba su frase! También muy al estilo de Tarantino, cada frase que sale de su boca es una sentencia y merecería estar aquí. Como ejemplo, me quedo con esta: «¡Adoro los rumores! Los hechos pueden ser engañosos; los rumores, ciertos o falsos, son muy reveladores».
Keyser Söze – Usual Suspects
Y así, colorín colorado, llegamos al final de este artículo con el último de los secundarios maravillosos de los que os hablo. Y en este caso, es totalmente atípico. ¿Por qué? Pues porque Keyser Söze es un “secundario invisible”, que no aparece físicamente en la película (salvo breves, e imaginarias, imágenes de un hombre de larga melena a contraluz de un incendio).
Pero no nos engañemos, que no se le vea, no quiere decir que no sea omnipresente: él es el motivo de la película, él es el criminal al que todos buscan y nadie ha visto y, sobre todo, él es un ser aterrador capaz de las mayores atrocidades, alguien con quien sueña el diablo el día que tiene pesadillas.
Toda la película se centra en intentar averiguar quién es, qué ha hecho, de dónde viene… todas ellas, preguntas sin respuesta. Únicamente al final de esta maravillosa película se averigua la verdadera identidad de Söze (tranquilos que no haré spoilers 😉
También este personaje tiene sus frases, aunque, lógicamente no salen de su boca, sino de la del tullido Verbal Kint, que es quien va narrando su historia (por cierto, merecidísimo el Óscar a Kevin Spacey por este papel): “¿Conoce usted la frase ‘temor de Dios’? Pues bien, yo creo en Dios…y, sin embargo, temo a Keyser Söze” y, sobre todo, “El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía”.