Decía Gandhi que «La fuerza no proviene de la capacidad física sino de una voluntad indomable» y no puedo por menos que darle la razón.
En este descubrimiento a marchas forzadas (nunca mejor dicho) que estoy haciendo del running, cada vez le doy más importancia a la fuerza de voluntad a la hora de mejorar las marcas, superar rivales o, simplemente llegar a la meta.
Por supuesto que el entrenamiento y la motivación son esenciales. Sin una forma adecuada y sin una decisión firme de cumplir los objetivos, no hay nada que hacer. Pero a igualdad de entrenamiento, lo que marca las diferencias es la fuerza de voluntad.
El diccionario de la RAE define la fuerza de voluntad como la “capacidad de una persona para superar obstáculos o dificultades o para cumplir con sus obligaciones” y precisamente ahí, radica su esencia, en que es una herramienta que nos ayuda a superar obstáculos ante los que nuestro cuerpo se rebela.
En los deportes de fondo, en que, a menudo, se lleva al cuerpo al límite de sus capacidades y, además, durante un periodo de tiempo prolongado; suele llegar un momento en que la mente se da cuenta de lo que le estamos haciendo al cuerpo…y comienza a bombardearnos con pensamientos negativos de todo tipo. Ahí es donde aparece la fuerza de voluntad, para hacernos superar el obstáculo.
Todos habréis sentido eso en una carrera: la sensación de ir al límite y de que no llegas a la meta ni de coña, pero la voluntad se sobrepone a la mente, fijando metas intermedias imaginarias, siguiendo a otro corredor, marcándonos retos parciales “venga subimos la cuesta y luego…ya vemos”…
La fuerza de voluntad es lo que te permite exprimirte al máximo y, como se suele decir, sacar fuerzas de donde no las hay. Y no solo en la competición, que parece que es lo primero que nos viene a la mente, sino, fundamentalmente en los entrenamientos de cada día.
Sí, porque aunque soy un recién llegado, ya he tenido que poner en funcionamiento la fuerza de voluntad en las competiciones en que he participado para conseguir los objetivos propuestos. Pero donde realmente la estoy poniendo en práctica es en los entrenamientos habituales.
Porque fuerza de voluntad es lo que hay que tener para salir a correr un día que llueve, hace un viento terrible o una temperatura bajo cero y una niebla que apenas te deja ver las manos, mientras tu familia y amigos te dicen de todo menos bonito.
También es la fuerza de voluntad, es lo que te hace salir a entrenar, antes de que amanezca o a las tantas, después de un día agotador de trabajo o en esos días en que los niños no te han dejado dormir.
Y por supuesto, es la fuerza de voluntad la que te hacer terminar entrenamientos extremos como los de fuerza o las series, cuando ves que ya no puedes con tu alma y aún te faltan varias.
Para despedirme, acudo, como hago a menudo, al gran Haruki Murakami y su libro De qué hablo cuando hablo de correr. En él, narra de forma enormemente gráfica lo que os estoy contando aquí.
Participaba en una carrera de 100 km y en el km 60: «Semejaba un coche que subiera una cuesta con el freno de mano echado. Mi cuerpo estaba absolutamente desarbolado y parecía que, de un momento a otro se iba a descomponer en pedazos. Iba sin aceite, con los tornillos sueltos y los engranajes desencajados.»
¿Qué hizo el bueno de don Haruki? Precisamente, acudir a su fuerza de voluntad… Empezó a repetir unas frases en su mente, como si fueran un mantra: «No soy un humano. Soy una pura máquina. Y, como tal, no tengo que sentir nada. Simplemente avanzo.», además, se aisló del mundo y fijó su atención solo en los tres metros que tenía por delante: «Más allá no había nada. Mi mundo se acababa en esos tres metros […] Llevar mis pasos tres metros más hacia delante: ése era el único sentido de mi humilde existencia en tanto que ser humano, mejor dicho, en tanto que máquina.»
¿Qué le ocurrió al final? Lo que suele suceder, también a menudo, de forma inexplicable… Después de 15 km de sufrimientos terribles, en el km 75, de pronto, sintió como si hubiera atravesado una cortina, empezó a ir bien, a adelantar corredores y terminó la carrera estupendamente, incluso disfrutando del paisaje y de los aromas de los campos (es Murakami, tendría que haber lirismo por algún lado ¿no?).
Sí amigos y amigas… así actúa la fuerza de voluntad.
[…] encanta también la dureza que te dan. En mi artículo anterior os hablaba de la fuerza de voluntad, pues bien, aquí la pones en práctica pero bien; sobre todo cuando ves cómo el reloj corre más […]