Una de las obras teatrales más atractivas y sorprendentes que he visto este año ha sido La cabeza de Blanche, como os contaba en esta misma web. En ella, interpretando a la Blanche Dubois creada por Tennessee Williams (ahí es nada), descubrí a una actriz extraordinaria de la que ya tenía excelentes referencias pero a quien aún no había visto trabajar en directo: Elena Rey.
Siempre da gusto ver a profesionales que están a la altura de su reputación y, en este caso, Elena, superó con creces mis expectativas. En un papel complicadísimo (el de la Blanche racional, que es consciente de que debe luchar contra un mundo que no la acepta) daba toda una lección de cómo hacer una interpretación contenida, pero, a la vez, tremendamente minuciosa y llena de matices, emotividad y veracidad. Una delicia de la que aún podéis disfrutar en las representaciones de esta obra que sigue haciendo la compañía Yo nunca jugué con Barbies.
Investigando en su currículum, uno ya se empieza a explicar estos resultados interpretativos. A un talento innato para la interpretación, Elena le ha sumado una cuidada formación con los mejores: interpretación en Guindalera, con un monstruo del teatro español como Juan Pastor, danza y expresión corporal con otro monstruo como Arnold Taraborrelli, entrenamiento actoral con Ángel Gutiérrez…
Todo ello, junto a horas y horas de sacrificios y de duro y minucioso trabajo, ha dado como resultado a una actriz con mayúsculas, de las que dignifica su profesión, sea haciendo una Blanche, interpretando un Chéjov, rodando películas, haciendo doblajes o componiendo un dificilísimo y maravilloso personaje como la Clarita de la webserie El Click (una joven con el síndrome de Tourette a la que es imposible no recordar con ternura).
Y para charlar con Elena y conocerla más, quedamos con ella en uno de nuestros cafés malaseñeros preferidos, el Lolina Vintage. Aquí tenéis el resultado de la charla.
¿Cómo empezaste en el mundo de la actuación?
Empecé ya mayor, con 24 años, pues hasta ese momento quería ser directora de cine, bueno, no, quería ser directamente Amenabar (risas). Estudié Imagen y ahí empecé a ver que lo mío era la interpretación: pasaba más tiempo delante de la cámara ayudando a las prácticas de mis compañeros que haciendo las mías propias.
Cuando terminé la carrera, aunque me gustaba mucho la imagen notaba que me faltaba algo. Me metí en el mundo del doblaje y ahí vi que me acercaba a lo que quería, pero que aún me seguía faltando algo. Un día, ya con 24 años, mi amigo Miguel Valentín, me impulsó (más bien me empujó, a fuerza de insistir) a estudiar interpretación. Me puso en contacto con gente que me habló de Juan Pastor y del Teatro Guindalera y ahí vi que eso era lo que tenía que hacer. Era una época laboral muy buena, así que me busqué un trabajo que podía compatibilizar con los estudios, entré en Guindalera, conocí a Juan y…se acabaron las dudas para siempre.
Después de Juan conocí a Arnold Taraborrelli y pasé por varias escuelas, pero siempre en la misma dirección; yo también me he ido conociendo a mi misma y he ido viendo las herramientas y carencias que tenía. Si bien en un principio me pareció que era un hándicap haber empezado con la edad que lo hice, también es cierto que hacer estas cosas con una cierta madurez hace que aproveches todo al máximo y que estés atenta a todo y que lo tengas todo muy claro y que no pierdas el tiempo ni te equivoques en las direcciones que tomas.
Eres una de las pocas personas que disfrutó de la escuela que creó Juan Pastor en La Guindalera. ¿Cómo fue tu experiencia allí?
Uff, tuve muchísima suerte, porque empezar con Juan sin tener experiencia previa, siendo como un folio en blanco, es espectacular. Aprender con Juan es aprender a trabajar al milímetro, con una verdad absoluta, pero desde la ficción que supone un personaje, que es lo que somos, actores. Estamos aquí para crear una fantasía para el espectador, para que él se crea esa fantasía y para que juguemos los dos, porque eso es lo que es el teatro, un juego entre el actor y el espectador y ahí está la magia. Con Juan el trabajo es al milímetro, artesanal, meticuloso, con disciplina absoluta y superveraz.
¿En qué se basaba principalmente el trabajo en Guindalera?
Se trabaja mucho Meisner. Una de las cosas maravillosas como actor es que aprendes trabajando y vas creciendo poco a poco, pero cuando pasan los años te das cuenta de que hay un ABC que según quién te haya cogido al principio, está ahí en tu base y no cambia. Con Juan se trabaja mucho la escucha: escuchar a tu compañero, recibir, dejar que te afecte y devolver. Esa es la clave y se nota muchísimo.
¿Cómo es Juan como director?
Yo no he tenido la suerte de trabajar con él y sería un sueño poder hacerlo alguna vez.
Estudiaste también con Ángel Gutiérrez, el director del Teatro de Cámara Chéjov, ¿cómo fue la experiencia?
Hice un curso intensivo con Ángel, porque quería aprender con un experto en Chéjov como él. Cuando le conocí en el taller me parecía que contaba unas cosas interesantísimas. A raíz de ese taller él me reclutó para su compañía y trabajé con él en varias obras. Ángel hace un trabajo exquisito, pero yo no comparto su forma de trabajar.
¿Cómo es tu trato con los directores de escena? ¿Te gusta que te indiquen o prefieres que te dejen hacer?
Depende, me gustan las dos formas de trabajar. Si es un director que no tiene muy claro lo que quiere y no encuentra muy bien la manera de expresarlo, prefiero que me deje proponer y, a partir de ahí, él vaya haciendo su trabajo.
Los que no me gustan son los directores que me encorsetan, no me gusta ser una marioneta. Yo voy a hacer siempre lo que me diga el director, porque para eso es el director, pero este es un trabajo conjunto: «tú dime qué es lo que quieres, yo te voy a proponer cosas y tú me vas moldeando». No me gustan los directores que se ponen en tu lugar, físicamente, porque entonces mi trabajo creativo desaparece y, además, creo que se empobrece el trabajo final de los dos.
¿Qué obra te gustaría hacer?
Pues me gustaría mucho hacer El amante de Harold Pinter, porque fue la primera obra que hice y era tan jovencita y estaba tan verde… Lo disfruté muchísimo y fue un reto tremendo del que estoy muy orgullosa, pero se me ha quedado siempre esa espinita: «Ah, si la hiciera ahora», porque Pinter me encanta y ese es un texto que me fascina.
Una gran actriz.
Trabajadora, luchadora, y como interpreta.
Le deseo lo mejor en su profesión. Es de justicia.
Pensamos lo mismo Antonio. ¡Muchas gracias por tu comentario!
Información Bitacoras.com
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Una gran actirz que dará mucho que hablar.Luchadora.Le deso mucha suerte en su carrera que espero sea fulgurante porque está mas que preparada y lo merece.
Gracias por tu comentario Mª Jesús. Compartimos tus deseos al 100% 🙂
creo que dará mucho que hablar. espero y deseo tengas un futuro prometedor y que tu ascenso sea rápido pero firme…..;)